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Más allá de las dietas: vuelve a conectar con tu cuerpo

  • alimentandoemocion
  • 14 may
  • 4 Min. de lectura

Puede ser que sin darte cuenta hayas estado viviendo bajo las reglas de la cultura de dieta. Esa que nos dice qué comer, cómo vernos, que deberíamos cumplir con ciertos estándares y que, si no cumplimos con esos estándares, no somos “suficientes”.

 

La cultura de dieta puede estar tan presente en la vida cotidiana, que pasa desapercibida. Aparece en los comentarios que escuchamos desde pequeños, en las redes sociales, en la escuela y hasta en conversaciones familiares o con amigos. Pero ¿qué es exactamente esta cultura y por qué deberíamos hablar de ella?

 

La cultura de dieta es un conjunto de creencias que valoran la delgadez por encima de la salud y el bienestar. Nos hace pensar que “comer bien” es lo mismo que “comer para adelgazar” y que nuestro valor como personas depende de cómo nos vemos. Esta cultura suele disfrazarse de “hábitos saludables", pero impone reglas rígidas, promoviendo la culpa al comer y nos desconecta del placer, la saciedad y de una relación amable con nuestro cuerpo. Esto no solo excluye la diversidad corporal, sino que también genera culpa, vergüenza, ansiedad y malestar en torno a la comida. Y lo más preocupante: todo esto viene disfrazado de ser cuidado personal, cuando en realidad nos desconecta de lo que realmente necesitamos.

 

¿Cómo nos afecta?

 

Pensemos en una persona que, al abrir sus redes sociales, se encuentra todo el tiempo con mensajes que promueven la idea de que ciertos alimentos son “malos” o que comer pastel es algo que debería evitar, es fácil que empiece a sentir culpa cada vez que come. Con el tiempo, estos mensajes pueden dejar una huella profunda, haciendo que la relación con los alimentos se vuelva tensa y llena de reglas.

 

La cultura de dieta provoca justo eso: desconexión. Desconexión del cuerpo, del placer de comer y de una relación tranquila con la comida. Muchas personas terminan sintiéndose en constante lucha con su cuerpo, evitando alimentos que podrían disfrutar, contando calorías o siguiendo reglas estrictas. Esto puede aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), obsesión por la comida y el cuerpo, insatisfacción corporal, culpa y ansiedad al comer.

 

Además, estos mensajes tan normalizados hacen que las personas dejen de confiar en su propio cuerpo. Ya no comen cuando sienten hambre, sino cuando lo indica el reloj o una app. Tampoco paran cuando están satisfechas, sino cuando se acaba la porción que alguien más decidió por ellas.

 

¿Existe otra forma de relacionarnos con la comida?

 

Sí, sí existe. Aunque la cultura de dieta nos ha enseñado lo contrario, es posible construir una relación más libre y compasiva con la comida. Un camino que no se basa en el control, sino en la conexión con lo que necesita tu cuerpo.

 

La alimentación consciente es una práctica que puede ayudar a dar ese primer paso. Se trata de estar presentes al momento de comer, prestando atención a las señales del cuerpo, a los pensamientos y a las emociones que aparecen, sin juicio ni culpa. En lugar de comer desde la rigidez, se come desde la observación. En vez de temer a ciertos alimentos, se les permite estar, con curiosidad y sin etiquetas.

 

Salir de la cultura de dieta no es algo que pase de un día para otro. Es un proceso, y como todo proceso, necesita paciencia, cuestionarse creencias y mucha compasión. Por eso, una forma accesible y amable de empezar es regalándose pequeños momentos de consciencia al comer. No se trata de hacerlo “perfecto”, sino de atreverse a observar sin exigencias.

 

Aquí te compartimos tres pasos sencillos para comenzar a reconectar con el cuerpo a través del acto de comer. Una invitación a volver al presente y recuperar el vínculo con lo que realmente necesitas, sin prisas, sin culpa y sin reglas impuestas.

 

Tres pasos básicos para una alimentación consciente:

 

1. Conéctate con las características físicas de la comida. Presta atención a tus sentidos. Fíjate bien en cómo sabe la comida. Usa tu lengua para sentir la textura. Siente la temperatura. Respira su aroma. Pregúntate a ti mismo: "¿Cómo sabe? ¿Qué siento en mi boca? ¿Me satisface el sabor? ¿Está mi mente realmente presente cuando doy un bocado para vivirlo al máximo?"

  1. Conéctate con los hábitos repetitivos y el proceso de comer. Fíjate en cómo comes. Presta atención a cuando estás comiendo en piloto automático. De ese modo, es más probable que actúes por costumbre: hacer otras cosas mientras comes, o comer los mismos alimentos una y otra vez. Pregúntate, "¿Hay algo que hago una y otra vez que me lleva a comer sin pensar? ¿Tengo hábitos arraigados sobre cómo hago mis alimentos? Cuando agarro el tenedor, ¿qué impide que me sienta en control?"

  2. Conéctate con los desencadenantes de comer sin pensar. Presta mucha atención a lo que te hace empezar o parar de comer. Pregúntate, "¿Qué estoy sintiendo? ¿Estoy satisfecho? ¿Mi cuerpo me pide más alimentos? ¿Mi entorno, estado emocional o compañía de mesa está ayudando o dificultando mis esfuerzos por comer con atención?"

 

Escuchar al cuerpo, disfrutar sin culpa y soltar reglas impuestas también es una forma de cuidarse. Alimentarse con consciencia es volver al centro, al presente y a lo que realmente importa: el bienestar, la conexión con tu cuerpo y la autocompasión.


Elaborado por: Irlanda Iremar Parra Cota.

Estudiante de psicología en la Universidad Anáhuac Puebla, con un profundo interés en la psicología clínica. Apasionada por explorar los complejos caminos de la mente humana y por el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Su motivación radica en el deseo de comprender y ayudar a quienes enfrentan estos desafíos, buscando mejorar la relación con su cuerpo y alimentación, y transformando creencias dañinas para fortalecer su bienestar emocional. 

 

Referencias:

Albers, S. (2009). Eat, drink and be mindful (1.a ed.). New Harbinger Publications.

 




Foto de Thegiansepillo
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